sábado, 18 de diciembre de 2010


Parte 9

Sí, a excepción de fray Alonso de la Madre de Dios, los restantes biógrafos barrocos de San Juan silencian por desconocimiento -o acaso por considerar el hecho irrelevante- el paso de Ana de Jesús por Mancera, para recabar y magnificar, en cambio, la presencia allí de la "Santa Madre Teresa", el encuentro en Beas de Ana y Juan, con mayor o menor énfasis, será lugar común de todas las historias. Solo José de Jesús María silenciará -lo hace siempre que puede- el nombre de Ana, a la que nominará a la intensa relación espiritual y poética creada entre las monjas de aquel convento y el prior de El Calvario. Por el contrario, y lógicamente, Ángel Manrique, como biógrafo de la venerable, ensalzará el encuentro y, con su proceder narrativo habitual, lo adornará con el toque de la divina predestinación:

Podemos presumir que lo ordenó así Dios, por dar lugar al Venerable Padre en el nuevo Convento, hijo de zelo de Ana de Jesús; a quien tenía guardada esta gran dicha (III, VIII, 181).

Lo describirá, además con pormenor, sentando las bases de los lugares comunes que se repetirán siempre: la llegada del enfermo, los cantos en el locutorio, los arrobos, las confesiones, la carta de la Madre Teresa con su recomendación, las visitas, los milagros, los exorcismos, la ayuda mutua, el requerimiento poético y doctrinal...Insistirá, además, Manrique en una relación única por parte de Ana, como penitente y sobre todo dirigida, intensa, continua y poco menos que eterna:

Obedeció por tal todo el tiempo que vivió el Padre Fr. Juan que fueron poco menos que quince años (III, VIII, 183).

sábado, 11 de diciembre de 2010

Parte 8

Tenían, pues, muchos puntos en común en el pasado y, sobre todo, un destino de unión en el futuro, en parte determinado por la reformadora. Sin lugar a dudas, fray Juan, en 1578, era valorado por Santa Teresa a causa de su sólida formación teológica y por su santidad ya patente. Pero es obvio que para las grandes tareas del gobierno, y aun para espejo del alma, la madre fundadora prefirió con mucho a Gracián, desde que le conociera, precisamente en Beas, en 1575. Jerónimo de la Madre de Dios, joven y fascinante maestro en teología por la Universidad de Alcalá, predicador elocuente y elegante, unía a sus muchas cualidades, tanto intelectuales como espirituales, la del ser hijo y hermano de un secretario de Felipe II, que antes lo había sido del emperador Carlos V. Seguramente representó para Santa Teresa un magnífico puente hacia la corte y hacia el rey. Juan de la Cruz, en cambio, no pareció o no se quiso ver apto, en muchos años, para el desempeño de los altos cargos. Así que, en parte por decisión de la orden, en parte por propia vocaci{on, se retiró y postergó al futuro santo a los confines de Sierra Morean, paraíso entonces de los anacoretas que tras las disposiciones tridentinas iban integrándose en órdenes contemplativas como la del Carmen, pero bastante lejos de los centros de influencia, intriga y poder.

En ese sentido, tampoco la priora de Beas, con ser la más sobresaliente hija de Santa Teresa, fue en el fondo -y en la superficie- su preferida. Si nos atenemos a las dos únicas cartas conservadas, de entre las muchas que escribió la fundadora Ana de Jesús, la primera, en parte, comentada; la segunda, terrible, fechada en Burgos, el 30 de mayo de 1582 y que atañe a las vicisitudes que tuvo que afrontar Ana de Jesús en la fundación del Carmen Descalzco de Granada y que no gustaron a la hasta entonces abanderada de todas las fundaciones femeninas, no podemos inferir que la madre reformadora sintiese por Ana especial debilidad ni incondicional simpatía.

Se puede objetar, disculpando al virulencia de la última epístola, que la riñe tanto porque la quiere mucho y entonces hay que reparar que mucho también quiso a María de San José y que en la correspondencia que intercambia con ésta, la madre se complace y se deleita. Ambas, Ana de Jesús y María de San José, habían acompañado a Santa Teresa en su primera y última expedición a Salamanca, la otra desde Malagón, pero en el reparto de los prioratos andaluces, Teresa de Jesús acabo adjudicando Sevilla a la "monja letrera" y deuda de los duques de Medinaceli, a la que, posteriormente, en carta fechada en Burgos, el 17 de marzo de 1582, siete meses antes de su muerte, declara como sucesora. Para Ana de Jesús, destinó el retirado convento de Beas del Segura, que habría de ser luego, pero sólo diez años después, el puente hacia Granada, y desde 1758 espacio de privilegio para el conocimiento a fondo del segundo descalzo de la reforma.

sábado, 4 de diciembre de 2010


PARTE 7


Por supuesto, entre ellas debe figurar, y desde su primer momento, la priora, aunque ensombrezca el inicio de esta particular relación, el peso, para mí bastante ligero, de una carta que Santa Teresa dirige a Ana de Jesús, fechada en Ávila a mediados de noviembre de 1578, en la que, con humor, reitera y encarece la val{ia y perfección de San Juan como confesor de monjas, haciendo en ello suponer la existencia de reticencia y desconfianza por parte de la priora respecto del director espiritual que les ha caído en suerte. Pero, con puridad, nada sabemos del contenido de la carta, ni del tono en que la redactó. Es posible que, al igual que Santa Teresa, la escribiesa con humor. Resulta, además, fácil de comprende que si algún reparo puso Ana en la eficacia de San Juan como padre del convento fuese debido, especialmente, a que le sabía extenuado y porque vivia lejos. En general, y de entrada, eran muchas cosas las que podían agradarle de fray Juan, aun sin conocerlo a fondo todavía, y unas cuantas las que, adermás, podían determinarla a sentirse muy cerca de él.


Eran carmelitas primitivos, muy identificados -aunque sería ingenuo pensaque que plenamenete- con el llamado espíritu de Santa Teresa. Tenían casi la misma edad: San Juan había nacido en 1542; Ana en 1545. Procedían de Castilla la Vieja, hecho bastante frecuente entre los miembros de la reforma teresiana en un primerísimo momento, pero ambos habían pasado parte de su niñez y primera juventud en Medina del Campo, donde pudieron cruzarse por las calles, aunque, al parecer, si hemos de hacer caso de las fábulas en las que se ausenta la vida de ambos en este periodo, en ambientes y estratos sociales distintos: la pobreza de Juan es manifiesta; la hidalguía de Ana supuesta y refrendada por el rango de sus parientes y actitudes sociales.


Los dos -y este hecho es comprobable- se habían educado con padres de la Compañía de Jesús, con colegio en Medina del Campo desde 1551. Calor está que de muy distinta forma: Juan de Yepes siguió studia humanitatis bajo la dirección del prestigioso humanista y pedagogo Juan Bonifacio: la ratio studiorum será una base inapreciable en su formación de futuro intelectual y la espiritualidad de la Societatis Iesus, de algún modo determinante o, al menos, coadyuvante en su vocación religiosa. Ana de jesús, mujer, al cabo, en una época de difícil acceso al saber sistemático, incluso para las mujeres pertenecientes a las clases elevadas, será, eso sí, adoctrinada y dirigida espiritualmente por un jesuita, el padre Pedro Rodríguez. Justo la persona que la iniciará en la práctica de los Ejercicios y que la pondrá en contacto con la Reforma del Carmen, con San José de Ávila y con Santa Teresa.

viernes, 26 de noviembre de 2010


PARTE 6
Encuentro, a mi modo de ver, de poca trascendencia para el conocimiento mutuo, en especial si reparamos en el leve y lógico tanteo que se producirá en Beas por parte de la madre Ana, al inicio de lo que será verdadera y privilegiada relación posterior, pero que Manrique, desde la perspectiva de 1630 y de los hechos ocurridos y sabidos, que en la realidad de 1570 se producirán luego, rvestirá de solemnidad e importancia decisiva, dotanto al encuentro de Mancera de un carácter premonitorio y definitivo:

Allí se vio (Ana) la primera vez con el venerable Padre Fray Juan de la Cruz: allí se conocieron los caudales, se leyeron los corazones, se comunicaron los espíritus; y se vinieron, para lo restante de sus vidas, en vínculo de charidad indissoluble. Mucho habían dicho la Santa Madre a entreambos, a cada uno del otro; nada les pareció encarecimiento. Ambos hallaron lo que había creído, y algo más: y se pagaron muy vastamente en darse a conocer, lo que habían deseado conocerse. Alí repasaron los dos con gran fervor las liciones más altas de su Maestra (...) Allí a los rayos de las palabras de cada uno sintió el otro en su alma mas fervores. (II, II, 82-83)

Pero, de hecho, y a pesar del énfasis con que Manrique insiste en la importancia del encuentro, valiéndose del refuerzo retórico de la repetición anafórica con que despliega su arte de la persuasión y de la imagen final, de referencia pictórica, de las palabras hechas rayos intercambiados por lo muy penetrantes, este primer conocimiento mutuo no tendrá consecuencia manifiesta. Habremos de esperar ocho años más para que una efectiva y sólica relación, prácticamente, comience y se afiance en Beas.

EL PARAISO ANDALUZ

Lugar común de biógrafos y estudiosos de la vida y la obra de San Juan de la Cruz es el recuerdo de la llegada a Beas del santo, en el verano de 1578, camino del carmelo de El Calvario, después de asistir al capítulo de Almodóvar y haberse fugado de la cárcel de Toledo en donde le habían tenido apresado los calzados. Sabido es que era priora de Beas, por aquel entonces, Ana de Jesús y que en el locutorio el carmelo fundado por ella, sólo tres años antes, hubo cantos de liras, a manera de consolación y bienvenida al fraile enfermo y maltrecho, trasposición de éste ante tanta dulzura, acaso ya intercambio de poesías, rubricado todo por el inicio de lo que será piedra de toque y vínculo fuerte en la unión de Juan con la comunidad: su tarea de confesor, de director, más bien, de almas de élite: Francisca de la Madre de Dios, Lucía de San José, Magdalena del Espíritu Santo, Catalina y María de Jesús.


...6/continúa.

sábado, 13 de noviembre de 2010


PARTE 5
Biografías antiguas y modernas, historias de la orden del Carmen y estudios y ensayos desgajados de ellas o de las declaraciones procesales para la beatificación y canonización de Santa Teresa y San Juan, publicadas sólo parcialmente, pero conservadas en la Biblioteca Nacional de Madrid y en al Archivo Secreto Vaticano, o sea, sin saber todavía lo que su lectura puede depararnos en muchos casos, centran la relación de Juan de la Cruz y Ana de Jesús, total o esporádicamente, pero con machacona insistencia, en tres espacios de encuentro, que son, por otro lado, los que en alguna ocasión, refrendan los escritos de los protagonistas.

El primer puntual, alrdedor de veinticuatro horas, en el carmelo recién creado de Mancera, a mediados de noviembre de 1570; el segundo dilatado, pues comprende los años de 1578 a 1586, en el eje andaluz y crucial de Beas-Granada: el tercero en Madrid, a raíz de la fundación en la corte, en 1586, hasta junio de 1581, fecha del tercer capítulo general de Madrid y del cese de San Juan de todos los cargos en la orden; espacio y tiempo este último problemático, lleno de intermitencias y de ausencias. Y entre los espacios, dos caminos seguramente recorridos en unión: el de Beas-Granada, requeteprobado y realizado en enero de 1582, y el más incierto y más largo, desde Granada para fundar en Madrid, emprendido conjuntamente, al menos desde Malagón, en agosto de 1586.

MANCERA

A mediados de noviembre de 1570, Ana de Jesús, novicia todavía, en compañía de otras dos hermanas: Juana de Jesús y María de San Francisco, pasa por Mancera camino de Salamanca, donde habrá de permanecer por espacio de cinco años. Se trata, como se ha dicho, del primer encuentro entre San Juan y Ana y que éste describirá con detalle en 1597 en su declaración para la canonización de Santa Teresa, con miras puestas, lógicamente, en resaltar el magisterio de la fundadora sobre el segundo descalzo de la reforma:

(...) porque el mismo año que recibí el hábito ern Ávila, antes que profesase, me trajo nuestra Madre a las fundaciones de esta nuestra casa de Salamanca, y en Mancera, que está en el camino, estuvimos las que veníamos en el convento de los frailes descalzos, y nos mostraron y dijeron lo que nuestra madre Teresa de Jesús y su compañera Antonia del Espíritu Santo les había trazado y enseñado a componer en la fundación de aquel convento, en el cual estaban entonces los primeros descalzos que había habido, que era por prior el padre fray Antonio de Jesús, y por subprior el padre fray Juan de la Cruz, los cuales habían recibido todo el orden y modo de proceder que tenían de nuestra Santa Madre, y ella nos contaba con gran gusto las menudencias que ellos le preguntaban, y del aire que cinco años, poco menos, después que hizo la primera casa de monjas se los había Dios traído estos padres, y ellos en particular me dijeron a mí misma muchas cosas de las que en esto pasaban (I, 463-464)



...5/continúa.

domingo, 7 de noviembre de 2010

PARTE 4
Orígenes verdaderamente opuestos a los de Juan de Yepes, que desde el anecdotario señalado recientemente por Teófanes Egido en el que se hunde su ascendencia familiar y penosa niñez, y en el que no abundo, su historia de niño prodigio de la santidad se inicia bajo el signo y el estigma de la pobreza solemne y de la debilidad física; carencias, al cabo, materiales, que el niñito aureolado por la elección divina contrastará con la posesión de viva inteligencia y rara fortaleza, total austeridad y caridad extrema.

Afortunadamente, la historia de las relaciones de fray Juan y Ana de Jesús comienzan en la época semidocumentada de ambos, aunque se asiente en el modelo hagiográfico más depurado, en el que, con las lógicas y grandes diferencias en el rigor documental y expositivo, se siguen proyectando igualmente sus biografías más modernas, incluso los estudios generales y óptimos de la vida de San Juan de Bruno de Jesús María y Crisógono de Jesús Sacramentado, excelentes ejemplos que siguen, con todo, el modelo de las vidas de los santos.

Se trata de la tónica asimismo dominante en las biografís modernas correspondientes a Ana de Jesús, casi todas ellas obras publicadas en el extranjero en círculos francófonos, especialmente belgas. Así, desde la de Manrique, la única barroca y española, podemos reducirlas a la francesa, muy poco conocida, del abate de Montis, de fines de siglo XVIII, seguida, después de casi un siglo, por la extensísima y bien documentada de Berthold_Ignace de Sainte-Anne, la más completa de cuantas poseemos, precedida, en unos años, de un estudio, en parte biográfico, pero centrado en las etapas y vicisitudes de lucha y defensa por parte de Ana de las Constituciones teresianas.

La famosa Mémoire del primer carmleo de París, cronológicamente convergente en su publicación con las dos anteriores, cierra el siglo XIX. De rica y valiosísima documentación, dedica a la etapa francesa de Ana de Jesús gran parte de sus páginas, aunque no siempre resulte coincidente con la presentación que de ella hace la historiografía belga, partiendo en sus apreciaciones de perspectivas distintas. Con todo, divergencias que, al centrarse preponderantemente en los asuntos de Francias y Flandes, no afectan al tema que tratamos.

Luego ya, en nuestros días, se presenta abiertamente como resumen de los amplios y minuciosos estudios del P. Berthold, la vida de Ana por Louis Van Den Bossche, junto a otras biografías más breves, claramente devocionales y edificantes en el más estricto de los sentidos. Finalmente, y a nivel superior, queda el estudio en parte biográfico de Ildefonso Moriones, Ana de Jesús y la herencia teresiana, punto de referencia obligado en la aproximación actual a la vida y a la obra de la sucesora de Santa Teresa.


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miércoles, 3 de noviembre de 2010


PARTE 3
Preciosísimas, en este sentido, e infinitamente más ricas en número y datos por lo que atañe a San Juan, y ello como constante a lo largo de los siglos. Así, frente a las tres biografías barrocas del santo: la de José de Jesús maría, la de Alonso de la Madre de Dios, y la de Jerónimo de San José, Ana de Jesús contara sólo con una conocida e impresa, la ya citada de Ángel Manrique, verdadero paradigma hagiográfico de la vida, virtudes y milagros de la sucesora de Santa Teresa en el Carmen descalzo.

Por lo que se refiere a esta última biográfia, será el mismo autor el que señale, de manera general, no en la particularidad de cada caso, la procedencia e índole de sus fuentes históricas y sus lagunas documentales. Y así, la vida de Ana, a partir de su noviciado y profesión en la descalcez, coincidente con el inicio del segundo libreo de la mentada Vida, se asiente en las "fundaciones y vida de la Santa Madre Teresa de Jesús; vida y escritos del Padre Maestro Fr. Jerónimo Gracián; deposición y cartas de la misma Venerable Ana; vida del Venerable Fr. Juan de la Cruz", deposiciones de personas fidedignas, en especial las "Religiosas, grandes Siervas de Dios, Madre Madalena del Espíritu Santo y Francisca de la Madre de Dios", más papeles que el facilita el Doctor Andrés Duval y, especialmente, Beatría de la Concepción, la inseparable compañera y discípula de Ana, y su "Alteza Serenísima", la infanta Isabel Clara Eugenia, mandataria de la empresa y a quien Manrique dedica la obra.

También vale el biógrafo de bulas fundaciones y noticias de recepción y transmisión de oídas, modalidad fehaciente en el siglo XVII y todavía actuante en los carmelos femeninos. En cambio, en el libro primero, correspondiente a la infancia y juventud de la biografiada, Manrique declarará, con algún rodeo, ser esta parte "la más dudosa de su navegación (...) por más escondida; negada no solamente a ojos, sino a plumas, y lenguas igualmente"; y admitiendo, finalmente, algún desvío en relación a la historia verdadera: "en ella no me atrevo a asegurar que no he faltado", sin poder concretar la procedencia de cualquier fuente escrita y oral, que no posee, pero potenciando, eso sí, a través de la invención, el núcleo originario de una historia forzosamente fantasiosa y maximalista.

En ella Ana aparece envuelta por la aureloa de la santidad ab initio; santidad heróica, decididamente resuelta desde su más tierna infancia a la exaltación de la virginidad y el deseo de perfección por la práctica de la oración y la mortificación; santidd sobrepuesta, además, a la posesión de singular belleza y esclarecido linaje, detales estos útlimos que engrandecen más la virtud y el valor de la renuncia al mundo y a sus pompas de tan atractiva y, al parece, cortejada doncella.

...3/continúa

martes, 26 de octubre de 2010


PARTE 2
Tampoco se cuidaron de conservar las cartas que recibían; es más, parece que siguieron la costumbre, aconsejada por Santa Teresa de Jesús, de desasirse de las mismas, destruyéndolas. Y son pocas las que de uno y otro guardaron las personas que con ellos escribieron. Ana no fue dada a contarse, ni siquiera para mayor gloria de Dios. Por otro lado, nadie le mandó formalmente que lo hiciese, excepción, por lo que podemos saber, de una sola vez, declarada por ella misma, en que Jerónimo Gracián le insta a redactar la crónica de la fundación de Granada, prosiguiendo así una tradición marcada magistralmente por Santa Teresa y que, si bien de manera menos brillante y personal en el plano literario, mantendrá la ordel del Carmen en el futuro.

Pero se trata de una experiencia que sólo repetirá mas tarde cuando funde en París y cuente, de manera indirecta, las vicisitudes de la fundación y sus primeras impresiones de la capital francesa en una carta larga y sustanciosa que probablemente dirige a Diego de Yepes, preocupada por el auge del quietismo que dominaba entre las élites religiosas de la ciudad y hací mella en la Soborna.

De manera tácita, la única expresión de sí mismo que se permitió San Juan de la Cruz, con obra literaria y doctrinal mucho mas dilatada, fue su poesía, que él mismo deja consciente y libremente abierta, "en su anchura", para ser descodificada e interpretada, como justo manifiesta en el Prólogo de Cántico que dirige y dedica a Ana de Jesús.

Si pasamos al plano de la historia escrita en torno al santo y la venerable, partimos de una base particular semejante: las biografías, en realidad hagiografías actuales; pero en muchos casos, únicas fuentes de aproximación a un conocimiento siempre precario y a una interpretación idealizada y cuasi novelesca, que requiere seria revisión. De cualquier modo, biografías modélicas en su género: escritas para expresar y asentar el modelo hagiográfico universalizado por la sociedad sacralizada de la Contrarreforma y del Barroco y en las que, naturalmente, prevalece y se potencia, como valor supremo, la dimensión ejemplar, y en la época fascinante, de la santidad heroica del biografiado.



...2/continúa.

viernes, 22 de octubre de 2010

Ana de Jesús y Juan de la Cruz: Perfil de una relación a exámen

Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2008
Autora: María Pilar Manero Sorolla

Las dificultades del trazo

La tarea del confesor y de director espiritual de descalzas llevó a Juan de la Cruz, primero en Ávila, luego en Beas, Granada y Segovia al trato y conocimiento profundo de varias monjas y seglares. Y en este orden de cosas, como resulta notorio, la relación establecida con Ana de Jesús se presenta como una amistad espiritual privilegiada que simplemente quiero perfilar aquí y ahora.

La historia del Carmen y la historia de la literatura han unido estos dos nombres. Pero en el estudio de la relación de ambos nos desilusionamos al comprobr que, prácticamente, nada podemos saber con certeza sobre el trato íntimo y profundo que fray Juan y la madre Ana tuvieron, si no es, paradójicamente, de manera superficial. Pues, excepción hecah de unas pocas pruebas documentales, la oscuridad envuelve el desarrollo íntimo de una relación cristiana que sabemos fecunda por los resultados literarios: Cántico, y que suponemos de élite, dada la personalidad de ambos.

Para empezar, ellos mismos nos ayudan poco a este respecto,pues no parece que hayan mantenido la abundante correspondencia desplegada por santa Teresa, ni muestran haber sido propensos a hablar de sí mismos de manera directa o a personalizar empresas en las que fueron protagonistas y transmitirlas por escrito.


continúa.../

miércoles, 13 de octubre de 2010


En pleno siglo XVI Santa Teresa supo rodearse de hombres y mujeres de gran altura humana y espiritual. Una de esas mujeres fue Ana de Lobera, conocida también por Ana de Jesús. Una mujer que buscó su lugar en la Iglesia y lo encontró en el carisma de Teresa de Jesús; que lo vivió a fondo y luchó por él en momentos de persecución e incomprensión.

Ella es también una profeta que defendió el don que el Espíritu había dado a la Iglesia con el carisma teresiano-sanjuanista ante quienes querían manipularlo o deformarlo. ¿Qué puede decir esta mujer del siglo XVI a los carmelitas de hoy?

Como a todos los profetas, para entenderle mejor hay que conocer su situación histórica, por qué ideales luchó, movida por qué criterios, para que nos dé luz a los que hoy buscamos una fidelidad creativa discerniendo los signos de los tiempos.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Ana de Jesús y Juan de la Cruz


Eran carmelitas primitivos, muy identificados -aunque sería ingenuo pensaque que plenamenete- con el llamado espíritu de Santa Teresa. Tenían casi la misma edad: San Juan había nacido en 1542; Ana en 1545. Procedían de Castilla la Vieja, hecho bastante frecuente entre los miembros de la reforma teresiana en un primerísimo momento, pero ambos habían pasado parte de su niñez y primera juventud en Medina del Campo, donde pudieron cruzarse por las calles, aunque, al parecer, si hemos de hacer caso de las fábulas en las que se ausenta la vida de ambos en este periodo, en ambientes y estratos sociales distintos: la pobreza de Juan es manifiesta; la hidalguía de Ana supuesta y refrendada por el rango de sus parientes y actitudes sociales.

por: María Pilar Manero Sorolla

sábado, 11 de septiembre de 2010


Joven hermosa, inteligente, con una inclinación religiosa bastante fuerte, pronto se verá acosada por su abuela que quiere casarla, por lo que decide irse a Plasencia con su hermano, a casa de su abuela paterna. No tardará en repetirse la misma situación, aunque ahora ya no tiene a donde ir, por lo que desde 1560 a 1570, que es cuando ingresa en el Carmelo, intenta vivir una vida de oración y penitencia, dedicándose a las mujeres enfermas, haciendo limosnas, labores para la Iglesia… en 1561 hizo voto de “entrar en religión”.

martes, 7 de septiembre de 2010


Cuando ingresó en el Carmelo, Teresa le dijo «que no la recibía tanto por súbdita cuanto por compañera y para que la ayudase en el negocio de las fundaciones». Ana de Jesús lo fue en Beas, adonde llegó en compañía de Teresa de Jesús, y en Granada, con el beneplácito de la Santa, que se hallaba en la fundación de Burgos. También en Madrid, ya muerta santa Teresa. Pero no cabe duda que su gloria mayor es haber plantado el Carmelo en Francia y Flandes.

Musa de Juan de la Cruz, es ella la que le persuade para que glose los versos sublimes del Cántico espiritual. Y Juan de la Cruz le dedicó su libro de versos más inspirado.

Una noche de Navidad llamaron las monjas a fray Juan de la Cruz, desfallecida su priora, que parecía morir. Ni los médicos sabían qué le pasaba. Fue el santo místico quien dio el diagnóstico certero. Dijo a las monjas: «La Madre está enferma de amor».

domingo, 8 de agosto de 2010


La Madre Ana siempre guardará un grato recuerdo de la comunidad donde profesó y continuará la relación con sus hermanas de Salamanca por Carta. Tras el periodo de persecución en Madrid, ella misma solicita su regreso a esa comunidad donde pasa 10 años tranquilos. Sus hermanas que la querían y valoraban la nombraron priora, aun sabiendo que con ello se ganarían el disgusto del gobierno masculino de la Orden. Desde Bélgica intentará repetidamente el regreso.

domingo, 25 de julio de 2010

Así le describe Ángel Manrique en su libro: La venerable Ana de Jesús, discípula y compañera de la S. M. Teresa de Jesús y principal aumento de su orden. Fundadora en Francia y Flandes (Bruselas 1632): “Era Ana de Jesús cuando tomó hábito de 24 años, ocho meses y seis días. Más alta que abultada: talle airoso, bastante, a desmentir con el brío natural los cilicios y rallos que traía. El rostro algo aguileño, hermoso y grave, blanco a prueba de no haber cuidado, ojos rasgados y labios algo gruesos; manos grandes y despreciadoras del trabajo que a ninguno perdonaba... tal era la figura de su cuerpo; la de su alma no es fácil delinearla".

lunes, 19 de julio de 2010

La trama del Carmelo


Después de la muerte de Santa Teresa, la separación de los descalzos se hacía cada vez más inminente y el Padre Nicolás Doria, empezó su escalada de puestos, hasta llegar a ser nombrado Visitador General de los Descalzos, e imponiendo su autoridad consiguió dividirlo y los más perjudicados fueron Jerónimo Gracián y María de San José, los que menos, quizás por su silencio, San Juan de la Cruz, que fue destinado como simple fraile a La Peñuela (La Carolina) y Ana de Jesús, que, tras la muerte de María de San José, fue la candidata para la nueva fundación de París.
Doria con su autoridad, borró de un plumazo aquella semilla que había dejado Santa Teresa y que no llegó en parte a germinar, gracias a la astucia e inteligencia de Ana de Jesús, que fue la menos perjudicada, y a las nuevas fundaciones en el extranjero, quitándose de las garras de Doria.

miércoles, 14 de julio de 2010

La Madre Ana sabe llevar a las almas por el camino del servicio a la comunidad. Es una mujer inteligente y perspicaz. Así cuenta Gracián en su “Peregrinación de Anastasio” que viendo en Beas que una mujer llamada Juana Calancha que entró al convento para ser lega y que tenía fama de santa pero que faltaba al ministerio de su oficio (por sus arrobamientos) le dijo: “hermana, aquí no hemos menester sus arrobamientos sino que friegue bien los platos”.

jueves, 8 de julio de 2010

El 31 de julio, Ana se traslada a Ávila, donde ingresa y toma el hábito de novicia el 1 de agosto, siendo recibida por la M. María de san Jerónimo, en ausencia de la M. Teresa, que estaba en Toledo y no es hasta mediados de agosto cuando vuelve a Ávila y se conocen.

En noviembre de
1570, la envía a la nueva fundación de Salamanca, el 22 de octubre de 1571, toma el hábito y profesión. Al año siguiente la nombra sacristana y enfermera, según la santa, para distraerla de su ensimismamiento. Permanecerá en Salamanca hasta enero de 1575.

miércoles, 30 de junio de 2010


Es fama que, cuando le pedían que escribiese, solía responder, saliendo al paso con humor: "Escrita me vea yo en el libro de la vida que otros escritos no los apetezco" (Manrique 1632: lib. V, 356). Así, contrariamente a la tradición de la Descalcez femen ina marcada en su expresión literaria por el genial ejemplo de Teresa de Ávila, Ana de Jesús no escribió "la vida" que redactaron tantas monjas, infinitamente menos cultas y peor dotadas que ella en el manejo de la pluma, sabiduría doctrinal y
experiencias místicas, y cuando los maestros salmantinos Agustín Antolínez, Alonso Curiel, Antonio Pérez, Diego del Corral, que intuían su rara riqueza interior y admiraban su inteligencia y buen conocimiento de las Sagradas Escrituras, la invitaban a escribir sus memorias "para mayor gloria de Dios" (Manrique 1632: lib. V, 357), ella, declinando la proposición, contestaba siempre: "Harto buena estuviera la gloria de Dios, si llegara a necesitar de essas memorias" (Manrique, id.).

jueves, 24 de junio de 2010

Testigo hoy


El primer gran testimonio de Ana de Jesús es haberse identificado plenamente con una vocación que le llama a la amistad y comunión con Dios y con sus hermanos. Llamada profunda del ser humano para el que no pasan los años ni los siglos.
Ana es testigo del amor de Dios. Lo primero de todo es remarcar lo fundante en su vida: Dios, de quien sintió la llamada y por quien entró en el Carmelo. Recordamos como ella misma lo dice: “el tronco de todos es Dios, principalmente a Él hemos dado nuestros corazones”
.
Ana es una mujer de profunda vida teologal. Así le habla a un amigo agobiado por sus problemas: “Sea, sea espiritual y acordárese en faltando almohada que no tuvo nuestro Maestro en qué reclinar su cabeza. Y ocupado en este santo pensamiento y otros semejantes, crea le proveerá Dios de todo lo necesario y sin milagro. Lo vemos si tenemos fe; y si desconfiamos, no bastan todas nuestras diligencias a procurarlo”
.

Mª del Puerto de Jesús, ocd

miércoles, 16 de junio de 2010



"Ana de Jesús Lobera (5), primera priora de la Descalcez francesa, habia nacido en Medina del Campo, el 25 de noviembre de 1545. De familia hidalga y formación espiritual jesuítica -dos hechos que, a mi modo de ver, marcaron profundamente su personalidad-, pasó en Plasencia su juventud, adoctrinada por los Padres de la Compañía, en particular por el P. Pedro Rodriguez, hasta su ingreso en el Carmen de
Avila en 1570. Distinguida justamente por santa Teresa, desde el mismo momento de su conocimiento, convivió con ésta de manera estrechísima en los primeros años de su formación carmelitana, para muy pronto ser destinada a cargos de creciente responsabilidad. Maestra de novicias en Salamanca durante cuatro años. Priora de Beas durante ocho (6), llevará a cabo en 1582, junto a Juan de la Cruz -su tercer gran maestro-, la fundación de Granada (7), en la que permanecerá, al frente del priorato,
hasta 1586, fecha en que fundará, a su vez, en Madrid, el ansiado Carmelo de santa Ana,
asumido ya su papel de sucesora de santa Teresa en el Carmen descalzo (8)."



Pilar Manero Sorolla

viernes, 11 de junio de 2010


La famosa Mémoire del primer carmleo de París, cronológicamente convergente en su publicación con las dos anteriores, cierra el siglo XIX. De rica y valiosísima documentación, dedica a la etapa francesa de Ana de Jesús gran parte de sus páginas, aunque no siempre resulte coincidente con la presentación que de ella hace la historiografía belga, partiendo en sus apreciaciones de perspectivas distintas. Con todo, divergencias que, al centrarse preponderantemente en los asuntos de Francias y Flandes, no afectan al tema que tratamos.

sábado, 5 de junio de 2010

Encuentro de Sor Ana y Fray Juan de la Cruz en Mancera


"Allí se vio (Ana) la primera vez con el venerable Padre Fray Juan de la Cruz: allí se conocieron los caudales, se leyeron los corazones, se comunicaron los espíritus; y se vinieron, para lo restante de sus vidas, en vínculo de caridad indisoluble. Mucho habían dicho la Santa Madre a entreambos, a cada uno del otro; nada les pareció encarecimiento. Ambos hallaron lo que había creído, y algo más: y se pagaron muy vastamente en darse a conocer, lo que habían deseado conocerse. Alí repasaron los dos con gran fervor las liciones más altas de su Maestra (...) Allí a los rayos de las palabras de cada uno sintió el otro en su alma mas fervores. (II, II, 82-83)

lunes, 31 de mayo de 2010

SOR ANA DE JESUS


Acompañó a la Madre Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz en las fundaciones de los conventos

Medina del Campo, 1545-?, 1621) Religiosa y escritora española. Novicia carmelita en Plasencia a sus quince años, pronto se convirtió en la discípula predilecta de santa Teresa de Jesús. Incorporada de forma definitiva a la orden (1571), Ana fue la heredera de las relaciones entre santa Teresa y san Juan de la Cruz a la muerte de la fundadora. Intervino en la fundación de los conventos de Granada, Madrid, Segovia y Málaga, y abandonó la Península en 1603 para proseguir su labor fundacional en París, Lovaina, Mons, Amberes y Bruselas. Entre sus escritos cabe mencionar una copiosa colección de cartas y el documento Declaración de la madre Ana de Jesús en las informaciones de Salamanca sobre la vida de santa Teresa de Jesús.

jueves, 27 de mayo de 2010

En busca de su vocación Ana acudía a la Virgen del Puerto. Tomó el hábito de Carmelita descalza en Ávila y profesó en San José de Salamanca a 22 de octubre de mil quinientos setenta y uno, traída allí por Santa Teresa.

miércoles, 19 de mayo de 2010


Así le describe Ángel Manrique en su libro: La venerable Ana de Jesús, discípula y compañera de la S. M. Teresa de Jesús y principal aumento de su orden. Fundadora en Francia y Flandes (Bruselas 1632): “Era Ana de Jesús cuando tomó hábito de 24 años, ocho meses y seis días. Más alta que abultada: talle airoso, bastante, a desmentir con el brío natural los cilicios y rallos que traía. El rostro algo aguileño, hermoso y grave, blanco a prueba de no haber cuidado, ojos rasgados y labios algo gruesos; manos grandes y despreciadoras del trabajo que a ninguno perdonaba... tal era la figura de su cuerpo; la de su alma no es fácil delinearla.

miércoles, 5 de mayo de 2010

...Ana ha vuelto a hacer amigos con personas sabias y santas, pero inevitablemente tiene que acordarse de aquellos que han muerto o sufrido la expulsión por haber intentado mantener las Constituciones de Santa Teresa. Los superiores (a pesar del enfado porque ella volviese a ser priora) ya estaban tranquilos, pues Ana había obedecido dócilmente las órdenes dictadas y parecía que ya sola y lejos de Madrid no daría más problemas. Sin embargo ocurre algo que cambia el curso de la historia de la Orden y de su propia historia de salvación. Imponen a sus superiores que ella sea priora y fundadora en Francia. Ana lo había deseado y hasta solicitado[65]. Quizás nunca se lo hubiesen concedido si no les obliga el Nuncio.

fuente: Ana de Jesús, profeta de ayer y hoy

lunes, 19 de abril de 2010

Ana de Jesús


No fue la madre Ana escritora por vocación, ni por obediencia, en un mundo, el teresiano, familiarizado con la escritura, y en un circulo formado por eminentes escritores -santa Teresa, san Juan, Jerónimo Gracián, Maria de san José-, y al que por derecho propio perteneció. Es ama que cuando le pedían ue escribiese -y lo hizo con más que correccitin cuando convino, como hemos visto (a y hemos de ver (lo)- solia responder, saliendo al paso con humor: "Escrita me vea yo en el libro de la vida, que otros escritos no los apetezco" ("l. Y, sin embargo, será justamente ella la que asuma
con celo y tesón la tarea de rescatar de la Inquisición, y publicar luego, los escritos de Santa Teresa de Jesús (12), tarea que ha de llenar y marcar los años de su priorato en Madrid y con la que, en principio, salvaguarda la herencia espiritual teresiana materializada en ! escritura, pero empresa que habrá de completar con la no menos importante transmitida en el seno de la vivencia y convivencia conventual, cuando en 1591, se erija, asimismo, en defensora de las Constituciones teresianas primitivas (13),
frente a las innov;iciones distorsionadoras introducidas por el nuevo Provincial y primer
General descalzo, Nicolás Doria (14).


por: María Pilar Sorolla

jueves, 1 de abril de 2010

Ana de Jesús: Testigo de hoy

El primer gran testimonio de Ana de Jesús es haberse identificado plenamente con una vocación que le llama a la amistad y comunión con Dios y con sus hermanos. Llamada profunda del ser humano para el que no pasan los años ni los siglos.

Ana es testigo del amor de Dios. Lo primero de todo es remarcar lo fundante en su vida: Dios, de quien sintió la llamada y por quien entró en el Carmelo. Recordamos como ella misma lo dice: “el tronco de todos es Dios, principalmente a Él hemos dado nuestros corazones”[79].

Ana es una mujer de profunda vida teologal. Así le habla a un amigo agobiado por sus problemas: “Sea, sea espiritual y acordárese en faltando almohada que no tuvo nuestro Maestro en qué reclinar su cabeza. Y ocupado en este santo pensamiento y otros semejantes, crea le proveerá Dios de todo lo necesario y sin milagro. Lo vemos si tenemos fe; y si desconfiamos, no bastan todas nuestras diligencias a procurarlo”[80].

domingo, 28 de marzo de 2010

Ana de Jesús y la escritura


No fue la madre Ana escritora por vocación, ni por obediencia, en un mundo, el teresiano, familiarizado con la escritura, y en un circulo formado por eminentes escritores -santa Teresa, san Juan, Jerónimo Gracián, Maria de san José-, y al que por derecho propio perteneció. Es ama que cuando le pedían ue escribiese -y lo hizo con más que corrección cuando convino, como hemos visto (a y hemos de ver (lo)- solia responder, saliendo al paso con humor: "Escrita me vea yo en el libro de la vida, que otros escritos no los apetezco" ("l. Y, sin embargo, será justamente ella la que asuma con celo y tesón la tarea de rescatar de la Inquisición, y publicar luego, los escritos de santa Teresa de Jesús (12), tarea que ha de llenar y marcar los años de su priorato en Madrid y con la que, en principio, salvaguarda la herencia espiritual teresiana materializada en !;u escritura, pero empresa que habrá de completar con la no menos importante transmitida en el seno de la vivencia y convivencia conventual, cuando en 1591, se erija, asimismo, en defensora de las Constituciones teresianas primitivas (13), frente a las innov;iciones distorsionadoras introducidas por el nuevo Provincial y primer General descalzo, Nicolás Doria (14).

sábado, 13 de marzo de 2010

En Camino de perfección con Santa Teresa


Ana tiene 24 años. Es el 31 de Julio de 1570. Santa Teresa está en la fundación de Toledo, por lo tanto es recibida en el convento de San José de Ávila por la Madre María de San Jerónimo. Viste el hábito al día siguiente 1 de agosto y toma el nombre de “Ana de Jesús”[2].

Ya nunca más será “Doña”, esto en nuestra época puede parecer una tontería, pero hay que tener en cuenta que entonces muchos se arruinaban para poder “comprar” el mínimo título que le avalase como “cristiano viejo”. Ella quería ser “Ana de San Pedro” pero fue la misma Santa Teresa la que dio orden desde Toledo del nombre con el que será conocida internacionalmente esta intrépida carmelita. Nada más llegar, Ana sorprende a las monjas por su observancia, docilidad, sencillez y rendida obediencia, manifestando un cariño especial por las enfermas. Poco después regresa la Santa y se conocen personalmente.
fuente: carmelo puzol

lunes, 1 de febrero de 2010

Frases de V. Ana de Jesús


"Bueno es que Dios nos ha dado, que en lo que fuere necesario jamás faltará".


"No escribo a sus reverencias por no gastar tiempo sin mucha necesidad".

viernes, 15 de enero de 2010

Ana de Jesús...


Puesto a enmarcar la figura de Ana de Jesús se me ocurre señalar que fue en el Carmelo compañera de santa Teresa, musa de Juan de la Cruzy fundadora.

Cuando ingresó en el Carmelo, Teresa le dijo «que no la recibía tanto por súbdita cuanto por compañera y para que la ayudase en el negocio de las fundaciones». Ana de Jesús lo fue en Beas, adonde llegó en compañía de Teresa de Jesús, y en Granada, con el beneplácito de la Santa, que se hallaba en la fundación de Burgos. También en Madrid, ya muerta santa Teresa. Pero no cabe duda que su gloria mayor es haber plantado el Carmelo en Francia y Flandes.


Musa de Juan de la Cruz, es ella la que le persuade para que glose los versos sublimes del Cántico espiritual. Y Juan de la Cruz le dedicó su libro de versos más inspirado.

Una noche de Navidad llamaron las monjas a fray Juan de la Cruz, desfallecida su priora, que parecía morir. Ni los médicos sabían qué le pasaba. Fue el santo místico quien dio el diagnóstico certero. Dijo a las monjas: «La Madre está enferma de amor».


autor: Carlos Ros (Ana de Jesús)

viernes, 8 de enero de 2010

Notas de V. Ana de Jesús


Cuando ya tenía los siete años, era sorda y muda. Entonces comenzó a hablar. A esta misma edad recibió el sacramento de la confirmación. Quería cambiar su nombre por el de Francisca, pero su madre no lo consintió. A los nueve años quedó huérfana también de madre. Ella y su hermano fueron recogidos por la abuela materna. A los quince quiso marchar a Plasencia a casa de su abuela paterna y su hermano la ayudo.


En 1562 se hizo beata de la Compañía de Jesús. Dice Manrique que halló entre los papeles de fray Basilio Ponce de León un relato de cómo Ana salvo a Plasencia de la inminente destrucción. Alcanzó del Obispo que se aplazase una fiesta de cañas y toros. Aquella misma tarde se descubrió que estaban las casas minadas. Añade Manrique que, en caso de ser canonizada, sería una buena Patrona para Plasencia.


En busca de su vocación Ana acudía a la Virgen del Puerto. Tomó el hábito de Carmelita descalza en Ávila y profesó en San José de Salamanca a 22 de octubre de mil quinientos setenta y uno, traída allí por Santa Teresa.