jueves, 5 de febrero de 2009

Niña silenciosa .......


La niña no llegó a conocer a su padre. Aún estaba en la cuna cuando éste moría. También perderá a su madre cuando apenas tenga nueve años. Más aún, será sordomuda durante los siete primeros años de su vida.
Creo que jamás sabremos lo que se opera en la soledad de un alma separada
de casi todo contacto con el mundo.
Y, ese alma, al recuperar el uso normal de sus facultades y ser introducida bruscamente en nuestras categorías de entendernos y expresarnos, ¿seguirá siendo
lo que fue en su vida de aislamiento cuando, abismada en el misterio de Dios, escuchaba, acaso, la música de los ángeles?

De este misterio salió repentinamente y sin causas naturales aparentes: ¿quizás milagrosamente? Sea lo que fuere, lo que sí podemos afirmar en este caso, es que salió con todas sus facultades naturales perfectamente sanas e incluso, según parece, singularmente maduras para su muy poca edad.

¿Cómo se produjo esta madurez en una época, no lo olvidemos,
en que necesariamente una niña sordomuda tendría que estar encerrada,
mucho más que en nuestros días, en su impotencia de comprensión y de expresión...?

Dicen que sus primeras palabras fueron las del Avemaria.

Lo que sea de este misterio, sí es cierto que salió de su aislamiento con la inteligencia y la voluntad rectas y orientadas, desde ese momento, a las realidades de orden sobrenatural. Cualesquiera que sean las explicaciones que, de carácter científico puedan buscarse y, tal vez, encontrarse, nos parece imposible olvidar que Dios se sirve, casi siempre, de las causas y fenómenos naturales, para realizar el designio que nuestra sabiduría humana no puede precisar. Sólo sabemos que la mano de Dios está ahí; que nunca sucede cosa alguna sin una razón superior. Y así sucedió con esta niñita española que, durante siete años, permaneció en silencio, insensible —incluso físicamente— a las voces de la tierra, solamente atenta, no sabemos, ni jamás lo sabremos, a qué voces