viernes, 21 de enero de 2011


Parte 10

Con todo, no se puede asegurar que a partir del segundo encuentro de ambos, en el verano de 1578, fray Juan de la Cruz, haya sido el único confesor y director de espíritu de Ana de Jesús. Y basta, para dudar de ello, el propio relato que la descalza escribe sobre la fundación granadina en el que también nombre, como confesor suyo, al "Padre Maestro Ivan Baptista de Ribera de la Compañía de Jesús, con quien comunicaba todo lo que se me ofrecía en confesión y fuera de ella" o sus declaraciones en el proceso de beatificación y canonización de Santa Teresa en las que asimismo se refiere al Padre Juan Jerónimo, rector de los jesuitas del colegio de Granada.

Pero lo cierto es que con Juan de la Cruz entabló una amistad especial y profunda, de verdadera y delicada intimidad religiosa y humana, con vínculos fuertes y mutuo intercambio de pensamientos y experiencias. El fraile descalzo, con su probada inteligencia en la dirección y aplicación de métodos oracionales, pudo representar para ella un guía excepcional hacia la plena conciencia espiritual de sí misma. El universitario de Salamanca y Alcalá, con su sólido saber teológico, sería un punto de referencia seguro de orden doctrinal en el que confrontar sus propias experiencias místicas.