sábado, 24 de enero de 2009

Desde su infancia ...


El misterio de la infancia de Ana Lobera el que se yergue ante nuestros ojos:
el misterio de su predestinación...

Infancia un tanto insólita para nosotros porque, desde sus primeros pasos, nos sentimos confrontados a lo sobrenatural. Todo está en hacer ver, o dejar entrever, cómo se sirve Dios de lo natural y de lo cotidiano, para los fines que nos exceden.

Ana Lobera tiene veinticinco años cuando entra en el Carmelo de Avila.
Ya no es y jamás lo fue, una niña o joven tímida y titubeante.
Su carácter, todo inteligencia y voluntad, causa ya admiración como, más tarde,
la causará entre los personajes más importante de entonces. Carece totalmente de importancia que su primera formación no fuera propiamente carmelitana.
El deseo, de que habla, le nació bastante antes de conocer el ideal teresiano.

Tenía por lo menos veinte años cuando se fijó y encarnó, por así decir, en el género de vida de las primeras monjas de la Reforma Teresiana. Las circunstancias de orden natural: su nacimiento, infancia y juventud aparecen, desde entonces, y desde este punto de vista, como los medios de que Dios se sirvió para inclinar su libertad humana a desear su camino verdadero: el previsto desde toda la eternidad como el camino real por donde .debía progresar su alma predestinada.

En Ana Lobera se halla, desde la niñez, cierto paralelismo entre su desarrollo humano y su madurez espiritual. En su vida, el llamamiento divino no va al encuentro del llamamiento terreno: el primero domina al otro, sometiéndolo a su servicio, desde el comienzo.
Lo que no significa que se hiciera sin dificultad y sin esfuerzo.
Sin duda que la joven tuvo que luchar contra toda clase de seducciones del mundo
y de su propia naturaleza.

Porque, cuanto más avivada es el alma, tanto más solicitada se ve.
Y las solicitaciones necesariamente le sobrevienen en proporción a la capacidad de la trascendencia de su inteligencia, de su dinamismo y de su más o menos fina sensibilidad. Con esto queremos decir simplemente que en Ana Lobera no hubo camino de Damasco: trastorno o cambio radical que hace que la persona, bruscamente abatida, torne a salir en dirección contraria dando inesperadamente la espalda a lo que se proponía alcanzar antes del toque fulminante de la conversión. En la infancia y juventud de Ana Lobera es de gran importancia hacer resaltar, y con toda prioridad, una cierta "separación", una especial puesta aparte.

La palabra "santo" lleva, en su misma raíz, la idea de separación.
Esta seaparación inicial, también resultará en Ana efecto y signo de predeterminación pero no un fin en sí. Porque el alma elegida, aunque sea entresacada y puesta aparte, una vez enriquecida, vuelve con más ímpetu a su entorno. Y forzosamente debe serlo: no puede darse el estar unido a Cristo
sin estar, al mismo tiempo, comprometido en la vida, sufrimientos y aspiraciones
de los hombres sin asumir, con Jesús, todas las miserias que nos han valido la Redención.


Ana, separada de la habitual comunicación humana por las especiales circunstancias de su infancia y juventud, fue lanzada y puesta en la órbita de los métodos y estilo de vida del Carmelo Reformado. Es con este visor, y desde él, como se deberá intentar explicar su comportamiento desde Medina del Campo, donde nació en 1545, hasta su entrada en el Carmelo de Avila, en 1570.

EN ALABANZA DE CRISTO, amen!