lunes, 20 de septiembre de 2010

Ana de Jesús y Juan de la Cruz


Eran carmelitas primitivos, muy identificados -aunque sería ingenuo pensaque que plenamenete- con el llamado espíritu de Santa Teresa. Tenían casi la misma edad: San Juan había nacido en 1542; Ana en 1545. Procedían de Castilla la Vieja, hecho bastante frecuente entre los miembros de la reforma teresiana en un primerísimo momento, pero ambos habían pasado parte de su niñez y primera juventud en Medina del Campo, donde pudieron cruzarse por las calles, aunque, al parecer, si hemos de hacer caso de las fábulas en las que se ausenta la vida de ambos en este periodo, en ambientes y estratos sociales distintos: la pobreza de Juan es manifiesta; la hidalguía de Ana supuesta y refrendada por el rango de sus parientes y actitudes sociales.

por: María Pilar Manero Sorolla

sábado, 11 de septiembre de 2010


Joven hermosa, inteligente, con una inclinación religiosa bastante fuerte, pronto se verá acosada por su abuela que quiere casarla, por lo que decide irse a Plasencia con su hermano, a casa de su abuela paterna. No tardará en repetirse la misma situación, aunque ahora ya no tiene a donde ir, por lo que desde 1560 a 1570, que es cuando ingresa en el Carmelo, intenta vivir una vida de oración y penitencia, dedicándose a las mujeres enfermas, haciendo limosnas, labores para la Iglesia… en 1561 hizo voto de “entrar en religión”.

martes, 7 de septiembre de 2010


Cuando ingresó en el Carmelo, Teresa le dijo «que no la recibía tanto por súbdita cuanto por compañera y para que la ayudase en el negocio de las fundaciones». Ana de Jesús lo fue en Beas, adonde llegó en compañía de Teresa de Jesús, y en Granada, con el beneplácito de la Santa, que se hallaba en la fundación de Burgos. También en Madrid, ya muerta santa Teresa. Pero no cabe duda que su gloria mayor es haber plantado el Carmelo en Francia y Flandes.

Musa de Juan de la Cruz, es ella la que le persuade para que glose los versos sublimes del Cántico espiritual. Y Juan de la Cruz le dedicó su libro de versos más inspirado.

Una noche de Navidad llamaron las monjas a fray Juan de la Cruz, desfallecida su priora, que parecía morir. Ni los médicos sabían qué le pasaba. Fue el santo místico quien dio el diagnóstico certero. Dijo a las monjas: «La Madre está enferma de amor».