martes, 22 de marzo de 2011


Parte 13

Para ello escribe Juan y Ana los representa:

Por tanto, seré bien breve: aunque no podrá ser menos de alargarme en algunas partes, donde lo pidiera la materia y donde se ofreciere ocasión de tratar y declarar algunos puntos y efectos de oración, que, por tocarse en las canciones muchos, no podrá ser menos de tratar algunos. Pero, dejando los más comunes, notaré brevemente los más extraordinarios que pasan por los que han pasado, con el favor de Dios, de principiantes. Y esto por dos cosas: la una, porque para los principiante hay muchas cosas escritas; la otra, porque en ello hablo con V.R. por su mandado, a la cual Nuestro Señor ha hecho merced de haberla sacado de esos principios y llenándola más adentro del seno de su amor divino (580).

Todas las biografías antiguas -y por supuesto modernas- del santo y la venerable, registran y explicitan lo que, corriendo el tiempo, ellas mismas fueron proyectando como "lugar común" en la vida de ambos y en su relación mutua. Ni siquiera José de Jesús María pudo en este punto eludir el caso ni silenciar el nombre, tantas veces callado, de la priora egregia que anda ya en 1628, fecha de la publicación de su Historia de la vida y virtudes del venerable P.F. Juan de la Cruz, no sólo mencionado en numerosos manuscritos, sino impreso en letras de molde de 1627, año de la edición prínceps española del Cántico Espiritual de los carmelitas del exilio. Lo menciona, eso sí, ni sin cierto desprecio:

Estando en este tiempo en Granada (se refiere a Juan de la Cruz), le importunó mucho la Madre Ana de Jesús, Priora del Monasterio de nuestras monjas de aquella ciudad, que le declarase aquella canción mística que había compuesto en la cárcel levantando en espíritu, que comienza: A donde te escondiste (XXXV,708).