martes, 6 de enero de 2009



Este doble aspecto de la vida de Ana de Jesús, cuyo elemento más importante es también el menos visible, responde, sin embargo, a una necesidad tan actual e imperiosa como es la urgencia del equilibrio de nuestras actividades naturales: científicas, sociales, políticas y económicas. Equilibrio tanto más indispensable si queremos colocar nuestra actividad humana en la proyección de la actividad inmanente de Dios.

Ana de Jesús fue suscitada en una época casi tan desasosegada como la nuestra; estuvo abocada a problemas que recuerdan los que nosotros conocemos: de la herejía al nacionalismo, pasando por la indiferencia y la tibieza religiosas.

No obstante, apenas sí se encontrará vida más "una" en la diversidad; más activa que la de esta contemplativa: más equilibrada en su armónica fusión y, en todo momento, de una fuerza humana actuante, pareja con la más alta contemplación pasiva.

En definitiva, nos muestra por qué estrecho sendero fue a parar a la realidad de un auténtico humanismo cristiano.