sábado, 27 de diciembre de 2008

ANA LOBERA 1545 - 1570


Mitad del estío de 1570. Ana de Lobera, tras cuatro, noches de viaje, porque la tórrida estación del año hace sumamente penoso viajar durante ei día, acaba de entrar en el Carmelo de Avila. Santa Teresa no está en él en el momento de su entrada; aunque no tardará en volver a este monasterio de San José, el primero de su Reforma: hará unos ochas años que lo ha fundado.

¿Por qué ha elegido la joven esta Orden nueva, o casi nueva, de las Carmelitas Descalzas? ¿Por qué este pobre convento apenas viable, si no escuchamos más que la sola razón natural?

La misma lo explica al comienzo de la declaración que, más tarde, hizo en el proceso informativo para la causa de Beatificación de Santa Teresa: "Desde mi infancia -declara- tenía grandes deseos de'entrar en un convento de mujeres. . ., donde se viviera la vida religiosa, con austeridad y con fervor. Un Padre de la Compañía de Jesús que conocía mis deseos, por confesarme durante siete años, al encontrarse en Toledo con la Madre Teresa, de Jesús, me escribió: Aquí se encuentra una mujer santa que, por autoridad apostólica, funda conventos con la religión que deseáis. . .

Tanto me agradó la carta que, (al, punto, escribí al Padre..., suplicándole diera cuenta a la Santa Madre de mis deseos y de las causas por las que», hasta entonces, no los había puesto por obra, Sentía, vehementes deseos de saber el parecer de la Santa(;a este! respecto. El Padre le mostró mi carta y ella me aceptó indicándome tres o cuatro monasterios, de los que «.ya había fundado, para que eligiera el de mi agrado. Pero, me añadía en la misma carta, que le contentaría más darme el hábito en el convento de Avila,que era el primero que había fundado y de donde todavía era Priora..."

jueves, 25 de diciembre de 2008

Introduccion a su biografia


No es ésta una relación completa, día tras día, detalle por detalle, de una vida de Santa.

Una existencia como la de Ana de Jesús, tan llena de obras como compleja en sus móviles de actuar y proceder, no puede resumirse en unas doscientas cincuenta páginas.
Súmase a esto el que en ella se halla comprendida toda la historia de los comienzos del Carmen Descalzo y de las grandes figuras que desempeñaron un papel importantísimo en la fundación, desarrollo y difusión del mismo.


Además, las fuentes históricas: testimonios y documentos de archivo, fueron concienzudamente estudiados y utilizados por el R.P. Bertoldo-lgnacio de Santa Ana, c.d., en su voluminosa obra "Vida de la Madre Ana de Jesús, coadjuto-ra de Santa Teresa en la obra de la reforma del Carmelo y fundadora de la Orden en Francia y Bélgica" (Malinas, H. Dessain, 1874 - 2 vol.); así como en "Ana de Jesús y las Constituciones de las Carmelitas Descalzas o Memoria justificativa. . ." (Bruselas, Ed. Vromant, 1874).


En general son a estas obras a las que hacemos referencia. La vida de Ana de Jesús ofrece, además de esto, la especial dificultad de que la abundancia e importancia de los hechos externos tanto como la profusión de los dones gratuitos, que en ella se manifiestan con fenómenos excepcionales, nos exponen al peligro de inducirnos a casi olvidar lo esencial, lo único que explica todo: la riqueza y profundidad de su vida interior, de su unión mística con Dios, aunque jamás podremos saber los detalles de la exuberante interioridad de su alma.


Si, de intento, hemos omitido muchos hechos maravillosos y manifestaciones extraordinarias

y sensibles, ha sido porque todavía no nos es permitido anticiparnos al juicio de la Iglesia afirmando su carácter milagroso. También porque, a pesar de toda la importancia que

puedan tener, no constituyen lo esencial de esta magnífica vida.
Lo esencial radica en el plano de las virtudes teologales, de la gracia santificante,

y de los dones del Espíritu Santo.


Este doble aspecto de la vida de Ana de Jesús, cuyo elemento más importante es también el menos visible, responde, sin embargo, a una necesidad tan actual e imperiosa como es la urgencia del equilibrio de nuestras actividades naturales: científicas, sociales, políticas y económicas. Equilibrio tanto más indispensable si queremos colocar nuestra actividad humana en la proyección de la actividad inmanente de Dios.


Ana de Jesús fue suscitada en una época casi tan desasosegada como la nuestra;

estuvo abocada a problemas que recuerdan los que nosotros conocemos: de la herejía al nacionalismo, pasando por la indiferencia y la tibieza religiosas.
No obstante, apenas sí se encontrará vida más "una" en la diversidad;

más activa que la de esta contemplativa: más equilibrada en su armónica fusión y,

en todo momento, de una fuerza humana actuante,

pareja con la más alta contemplación pasiva.
En definitiva, nos muestra por qué estrecho sendero

fue a parar a la realidad de un auténtico humanismo cristiano.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

1621


Muere en Bruselas la Madre Ana de Jesús, Lobera, notable por su hermosura,

inteligencia y santidad. Había nacido en Medina del Campo en 1545.

Profesó en Salamanca en 1571. Sta. Teresa de Jesús le llamaba “su hija y su corona”.


S. Juan de la Cruz después de la muerte de Sta. Teresa dijo de ella:


“La Madre Ana es verdadera hija y fiel retrato de Ntra. M. Teresa de Jesús.

Ha sido servido Dios en llevarse para sí a ésta y dejarnos aquella para nuestro consuelo”.


Priora de Beas en 1575. En 1582 fue con San Juan de la Cruz como fundadora a Granada.

petición suya el Santo escribió el “Cántico Espiritual”

En 1590 Priora de Madrid. Fundadora de la ocd., en Francia y Paises Bajos,

a partir de 1604, junto con la Beata Ana de San Bartolomé.


Santa Teresa le llamaba “la capitana de las Prioras”.

“No pudiendo sufrir tendencias que se apartaban del espíritu teresiano

se marchó desde Francia a Bélgica.

Trabajó para publicar en flamenco y latín

las Obras de Santa Teresa de Jesús

y gracias a ella los frailes ocd., entraron en Bélgica.



(Teresa de Jesús. P. Salvador V. Carmen).

martes, 23 de diciembre de 2008

Prefacio por su Eminencia el Cardenal Van Roey


PREFACIO
Por Su Eminencia el Cardenal Van Roey

Es el XVI un siglo marcado por radicales contrastes religiosos. En él se da, en efecto, la dolorosa rebelión del Protestantismo contra la fe católica y la autoridad de la Iglesia, arrastrando tras sí una profunda degradación religiosa y moral manifiestamente provocada por el poder de las tinieblas, enemigo implacable de la obra redentora de Cristo.


Opuesto al Protestantismo surge el maravilloso movimiento de renovación espiritual, visiblemente promovido por el Espíritu Santo, alma vivificante de la Iglesia Católica, cuyo destello es tan brillante y poderoso que disipa, por así decir, las sombras que deslucen este período de la historia de la Iglesia.

La divina Providencia suscita, en estos tiempos de profunda convulsión religiosa,
almas de fuego que oponen, a los ataques de la pretendida-Reforma,

lo que el Apóstol llama "La armadura de Dios", "El escudo de la fe".

"La espada del espíritu que es la palabra de Dios". (Ef. 6 13-17).


España, tierra de heroísmo, que acaba de liberarse del yugo sarraceno, es la primera en dar nacimiento a estos esforzados paladines de la causa de Dios.

Ignacio de Loyola es una de las grandes figuras caballerescas de esta restauración católica. Al fundar la Compañía de Jesús, dota a la Iglesia de selectas falanges que, mediante la enseñanza, la predicación y su multiforme acción apostólica, oponen un dique infranqueable a los desbordamientos de la herejía.

Santa Teresa de Jesús, al igual que S. Ignacio, fue predestinada por el Espíritu Santo para reanimar y hacer brillar, en el seno de una sociedad profundamente convulsionada, la luz de la fe y vivir la verdadera vida católica.

Pero no lo hace por medio de la actividad apostólica externa, sino fundando el Carmelo Reformado, es decir, creando hogares de vida mística donde la oración, la contemplación y la penitencia, serían los instrumentos de renovación y consolidación más valiosos y eficaces aún, que todos los de los más celosos obreros evangélicos.

Su influencia la ejerce sobre innumerables almas a las que retrae del mundo mediante la maravillosa irradiación de sus monasterios carmelitanos; por sus escritos, totalmente penetrados de la luz y suavidad del Espíritu Santo; y, además, por la esmerada formación de religiosas que serían celosas imitadoras y propagadoras de su estilo de vida y de su doctrina.
La Venerable Madre Ana de Jesús, cuya atractiva figura nos presenta esta obra que nos cuenta su ajetreada vida, descuella, de modo muy especial, entre las principales religiosas que, de los primeros Carmelos, fueron escogidas y moldeadas por la gran Fundadora.

Ana de Jesús, tanto por sus cualidades humanas como por sus virtudes religiosas y dones sobrenaturales, se granjeó la estima, el afecto y la total confianza de Santa Teresa que la miraba y trataba como a su principal colaboradora en la gran obra que, para gloria de Dios
y santificación de las almas, había emprendido.

Colaboró eficazmente en la fundación, a veces ardua y delicada,
de Carmelos como los de Granada y Madrid.

Santa Teresa decía de ella que estaba "hecha para gobernar un Imperio".

Fue su coadjutora, firme y lúcida, en el mantenimiento del espíritu de las Constituciones de la Reforma Carmelitana así como en la defensa y propagación de los escritos de la Santa Fundadora. Finalmente,fue su continuadora, tras la muerte de la Santa, cuya obra prosiguió asegurando, de esta forma, su expansión fuera de España y la feliz realización del ideal misionero que animaba a la gran Reformadora.


Inalienable mérito de Ana de Jesús es haber aceptado trasplantar a Francia y luego a los Paises Bajos, la obra teresiana posibilitando, de este modo, su futura expansión a toda la Iglesia. Esta empresa extraordinaria, cargada de incógnitas y de azares, pondrían extraordinariamente de relieve los sobresalientes dones, naturales y sobrenaturales, de que estuvo adornada esta hija predilecta de la Santa.


En Francia, en medio de dificultades sin cuento, funda el Carmelo de París
y después el de Dijon; en tanto que su compañera, la Beata Ana de S. Bartolomé,

futura fundadora del Carmelo de Amberes, erige el de Pontoise.

Pero será en Bélgica principalmente, a donde le llama la fiel amistad de los Archiduques,
Carlos Alberto e Isabel Clara Eugenia, donde mostrará su exacta talla moral al mismo tiempo que funda en Bruselas, en 1607, el primer Carmelo de los Países Bajos con el alentador y generoso apoyo de los Soberanos y la bendición del Arzobispo de Malinas,
Mons. Matías Hovius. Más tarde, fundará los de Lovaina y Mons.

Para conocer con exactitud el puesto excepcional que la M. Ana de Jesús ocupa en la obra de la Santa, baste con decir que casi todos los Carmelos existentes en el mundo, han surgido de los monasterios fundados por la Venerable Madre.

Hasta su muerte, ocurrida en 1621, esta gran monja consolidó la obra teresiana

con el ejemplo de su vida de perfecta carmelita; con la formación, en la vida mística,
de muchas almas privilegiadas que se pusieron bajo la dirección de su cayado priora;

con la difusión de los escritos de la Santa y posterior traducción en lengua flamenca;
y en fin, con la prueba de una larga y penosa enfermedad soportada

con admirable sentimiento de fe y de amor.


Hace tres siglos y medio que, en el Carmelo de Bruselas,


viven santificándose con el espíritu de su ilustre fundadora,


heredera directa del espíritu de Santa Teresa de Jesús
Muchas almas privilegiadas Son ellas las que guardan fielmente,
con sus preciosas e históricas reliquias, el recuerdo de sus gestas,
de sus luminosos ejemplos y de los insignes méritos de su vida religiosa.

Al conmemorarse el trescientos cincuenta aniversario de la fundación de este monasterio, la experta pluma de un autor, que al talento literario une un profundo conocimiento del espíritu e historia del Carmelo, consigue hacer revivir la gran figura de esta Venerable Madre.

¡Quiera Dios que esta nueva biografía de una mujer que con prodigiosa eficacia se sirvió de las solas armas de la fe y del amor, viviendo en una época no menos agitada y cuestionada que la nuestra, pueda estimularnos a hacer lo mismo, y producir en amplios medios, abundantes frutos de santidad y salvación!


QUIERA DIOS TAMBIEN, QUE ESTE HUMILDE BLOG


SIRVA PARA CONOCER MAS Y MEJOR A ESTA SANTA CARMELITA


Y DESDE CONOCIMIENTO SEA ESTIMULADA LA IMITACION


En alabanza de Cristo


Amen



lunes, 22 de diciembre de 2008

LA EMPERATRIZ ...


La Madre Ana de Jesús (Lobera),
fue una insigne Carmelita Descalza
que vivió en los siglos XVI y XVII y actuó en España,
en Francia y en los Países Bajos.
Fue discípula y compañera de Santa Teresa de Jesús,
la cual solía llamarla su "emperatriz".

Como dice el lltmo. Ángel Manrique, Obispo de Badajoz,
en su obra de 1632, la Madre Ana era "principal aumento de su Orden,
fundadora en Francia y en Flandes".
También fue discípula insigne de San Juan de la Cruz
a la que dedicó el "Cántico Espiritual" cuando era Priora de Granada.
Pero su principal mérito estuvo en que fue una Carmelita santa.
Es cierto que, siendo Priora de Madrid, tuvo un famoso encuentro con los Superiores de la Consulta. El autor ya indica, en el libro, cómo se pudo resolver. En nuestros tiempos, acaso, algunos dirán que estas historias ya pasaron y que han perdido actualidad. Pero hay que decir que la santidad nunca deja de ser actual, que nunca pasa como no pasa Cristo.

La historia de la vida y obra de la Madre Ana es tan actual, que precisamente Santa Teresita del Niño Jesús, una santa casi de nuestros días, nos la recuerda diciendo el amor y gratitud que le tenía y la llama, sin más, "santa".

En el capítulo IX de la "Historia de un alma" o, sí queremos,
de sus "Obras Completas",
refiere un bellísimo episodio que podemos llamar sueño o visión
y que no nos resistimos a contar.
Estaba en sueños con su Madre Priora y:
"De pronto, sin saber cómo habían entrado,
vi delante de mí a tres Carmelitas, vestidas con sus capas blancas
y sus grandes velos echados.
Me pareció que venían por nuestra Madre,
pero lo que comprendí claramente fue que venían del cielo.
En el fondo de mi corazón exclamé:
¡Ah, cuánto me gustaría ver el rostro de una de esas Carmelitas!
Entonces, como si mi oración hubiese sido escuchada,
la más alta de tas santas se adelantó hacia mí. Al instante caí de rodillas.

¡Oh, felicidad! La Carmelita se levantó el velo, o mejor,
lo alzó ligeramente y me cubrió con él... Sin la menor vacilación,
reconocí a la Venerable Madre Ana de Jesús, la fundadora del Carmelo en Francia.
Su rostro era hermoso, de una hermosura inmaterial. No despedía resplandor alguno, y, sin embargo, a pesar del velo que nos envolvía a las dos, yo veía su rostro celestial iluminado por una luz inefablemente suave, luz que el rostro no recibía, sino que producía él mismo...
Me sería imposible expresar la alegría de mi alma, estas cosas se sienten y no pueden decirse...
Aún me parece estar viendo la mirada y la sonrisa llenas de amor de la Venerable Madre.
Aún me parece estar sintiendo las caricias que me prodigó...

Al verme tan tiernamente amada, me atreví a pronunciar estas palabras:
"¡Oh, Madre mía! Os suplico que me digáis si
Dios me dejará todavía mucho tiempo en la tierra. . .
¿Vendrá pronto a buscarme?. ..
Sonriendo con ternura, la santa murmuró:
"Si, pronto, pronto... Os lo prometo".

-"Madre mía, añadí yo, decidme también si acaso Dios me pide algo más
que mis pobres pequeñas acciones y mis deseos. ¿Está él contento de mí?"
El rostro de la santa tomó una expresión incomparablemente
más tierna que la primera vez que me habló.
Sus miradasy sus caricias eran ya la más dulce de las respuestas.
Sin embargo, me dijo:
"Dios no os pide ninguna otra cosa.
¡Está contento, muy contento!. . ."
Después de acariciarme todavía con más amor del que jamás
puso al acariciar a su hijo la más tierna de las madres, la vi alejarse ".. .
Mi corazón estaba henchido de gozo".

Este episodio es muy elocuente.
En primer lugar, por la santidad con que aparece la Madre Ana.
Y en segundo lugar, demostrando que las Constituciones de Santa Teresa,
confirmadas en el Capítulo de Alcalá (1581),
eran legítimas cuando la Madre Ana las llevó a Francia.
Estas Constituciones carmelitanas produjeron
nada menos que tres grandes santas Carmelitas de nuestro tiempo:
Santa Teresita y las Beatas
María de Jesús Crucificado e Isabel de la Trinidad.

Por eso felicitamos, al mismo tiempo que deseamos el mejor de los éxitos,
a cuantos han colaborado en la traducción
y publicación de esta biografía de la Venerable Madre Ana de Jesús.

P. Lorenzo Arias, o.c.d.