viernes, 30 de enero de 2009

EL EJEMPLO DE ANA DE JESUS ...

¡Quiera Dios que esta biografía de esta santa mujer
que con prodigiosa eficacia
se sirvió de las solas armas de la fe y del amor,
viviendo en una época no menos agitada
y cuestionada que la nuestra,
pueda estimularnos a hacer lo mismo,
y producir en amplios medios,
abundantes frutos de santidad y salvación!


QUIERA DIOS TAMBIEN, QUE ESTE HUMILDE BLOG

SIRVA PARA CONOCER MAS Y MEJOR A ESTA CARMELITA

Y DESDE CONOCIMIENTO SEA ESTIMULADA LA IMITACION

En alabanza de Cristo

Amen

sábado, 24 de enero de 2009

Desde su infancia ...


El misterio de la infancia de Ana Lobera el que se yergue ante nuestros ojos:
el misterio de su predestinación...

Infancia un tanto insólita para nosotros porque, desde sus primeros pasos, nos sentimos confrontados a lo sobrenatural. Todo está en hacer ver, o dejar entrever, cómo se sirve Dios de lo natural y de lo cotidiano, para los fines que nos exceden.

Ana Lobera tiene veinticinco años cuando entra en el Carmelo de Avila.
Ya no es y jamás lo fue, una niña o joven tímida y titubeante.
Su carácter, todo inteligencia y voluntad, causa ya admiración como, más tarde,
la causará entre los personajes más importante de entonces. Carece totalmente de importancia que su primera formación no fuera propiamente carmelitana.
El deseo, de que habla, le nació bastante antes de conocer el ideal teresiano.

Tenía por lo menos veinte años cuando se fijó y encarnó, por así decir, en el género de vida de las primeras monjas de la Reforma Teresiana. Las circunstancias de orden natural: su nacimiento, infancia y juventud aparecen, desde entonces, y desde este punto de vista, como los medios de que Dios se sirvió para inclinar su libertad humana a desear su camino verdadero: el previsto desde toda la eternidad como el camino real por donde .debía progresar su alma predestinada.

En Ana Lobera se halla, desde la niñez, cierto paralelismo entre su desarrollo humano y su madurez espiritual. En su vida, el llamamiento divino no va al encuentro del llamamiento terreno: el primero domina al otro, sometiéndolo a su servicio, desde el comienzo.
Lo que no significa que se hiciera sin dificultad y sin esfuerzo.
Sin duda que la joven tuvo que luchar contra toda clase de seducciones del mundo
y de su propia naturaleza.

Porque, cuanto más avivada es el alma, tanto más solicitada se ve.
Y las solicitaciones necesariamente le sobrevienen en proporción a la capacidad de la trascendencia de su inteligencia, de su dinamismo y de su más o menos fina sensibilidad. Con esto queremos decir simplemente que en Ana Lobera no hubo camino de Damasco: trastorno o cambio radical que hace que la persona, bruscamente abatida, torne a salir en dirección contraria dando inesperadamente la espalda a lo que se proponía alcanzar antes del toque fulminante de la conversión. En la infancia y juventud de Ana Lobera es de gran importancia hacer resaltar, y con toda prioridad, una cierta "separación", una especial puesta aparte.

La palabra "santo" lleva, en su misma raíz, la idea de separación.
Esta seaparación inicial, también resultará en Ana efecto y signo de predeterminación pero no un fin en sí. Porque el alma elegida, aunque sea entresacada y puesta aparte, una vez enriquecida, vuelve con más ímpetu a su entorno. Y forzosamente debe serlo: no puede darse el estar unido a Cristo
sin estar, al mismo tiempo, comprometido en la vida, sufrimientos y aspiraciones
de los hombres sin asumir, con Jesús, todas las miserias que nos han valido la Redención.


Ana, separada de la habitual comunicación humana por las especiales circunstancias de su infancia y juventud, fue lanzada y puesta en la órbita de los métodos y estilo de vida del Carmelo Reformado. Es con este visor, y desde él, como se deberá intentar explicar su comportamiento desde Medina del Campo, donde nació en 1545, hasta su entrada en el Carmelo de Avila, en 1570.

EN ALABANZA DE CRISTO, amen!

lunes, 19 de enero de 2009

TRAMOS DE SU VIDA


ANA LOBERA (1545-1570)

Mitad del estío de 1570. Ana de Lobera, tras cuatro, noches de viaje, porque la tórrida estación del año hace sumamente penoso viajar durante ei día, acaba de entrar en el Carmelo de Avila. Santa Teresa no está en él en el momento de su entrada; aunque no tardará en volver a este monasterio de San José, el primero de su Reforma: hará unos ochas años que lo ha fundado.

¿Por qué ha elegido la joven esta Orden nueva, o casi nueva, de las Carmelitas Descalzas? ¿Por qué este pobre convento apenas viable, si no escuchamos más que la sola razón natural?

La misma lo explica al comienzo de la declaración que, más tarde, hizo en el proceso informativo para la causa de Beatificación de Santa Teresa: "Desde mi infancia -declara- tenía grandes deseos de'entrar en un convento de mujeres. . ., donde se viviera la vida religiosa, con austeridad y con fervor. Un Padre de la Compañía de Jesús que conocía mis deseos, por confesarme durante siete años, al encontrarse en Toledo con la Madre Teresa, de Jesús, me escribió: Aquí se encuentra una mujer santa que, por autoridad apostólica, funda conventos con la religión que deseáis. . .

Tanto me agradó la carta que, (al, punto, escribí al Padre..., suplicándole diera cuenta a la Santa Madre de mis deseos y de las causas por las que», hasta entonces, no los había puesto por obra, Sentía, vehementes deseos de saber el parecer de la Santa(;a este! respecto. El Padre le mostró mi carta y ella me aceptó indicándome tres o cuatro monasterios, de los que «.ya había fundado, para que eligiera el de mi agrado. Pero, me añadía en la misma carta, que le contentaría más darme el hábito en el convento de Avila,que era el primero que había fundado y de donde todavía era Priora..."

martes, 6 de enero de 2009



Este doble aspecto de la vida de Ana de Jesús, cuyo elemento más importante es también el menos visible, responde, sin embargo, a una necesidad tan actual e imperiosa como es la urgencia del equilibrio de nuestras actividades naturales: científicas, sociales, políticas y económicas. Equilibrio tanto más indispensable si queremos colocar nuestra actividad humana en la proyección de la actividad inmanente de Dios.

Ana de Jesús fue suscitada en una época casi tan desasosegada como la nuestra; estuvo abocada a problemas que recuerdan los que nosotros conocemos: de la herejía al nacionalismo, pasando por la indiferencia y la tibieza religiosas.

No obstante, apenas sí se encontrará vida más "una" en la diversidad; más activa que la de esta contemplativa: más equilibrada en su armónica fusión y, en todo momento, de una fuerza humana actuante, pareja con la más alta contemplación pasiva.

En definitiva, nos muestra por qué estrecho sendero fue a parar a la realidad de un auténtico humanismo cristiano.