martes, 26 de octubre de 2010


PARTE 2
Tampoco se cuidaron de conservar las cartas que recibían; es más, parece que siguieron la costumbre, aconsejada por Santa Teresa de Jesús, de desasirse de las mismas, destruyéndolas. Y son pocas las que de uno y otro guardaron las personas que con ellos escribieron. Ana no fue dada a contarse, ni siquiera para mayor gloria de Dios. Por otro lado, nadie le mandó formalmente que lo hiciese, excepción, por lo que podemos saber, de una sola vez, declarada por ella misma, en que Jerónimo Gracián le insta a redactar la crónica de la fundación de Granada, prosiguiendo así una tradición marcada magistralmente por Santa Teresa y que, si bien de manera menos brillante y personal en el plano literario, mantendrá la ordel del Carmen en el futuro.

Pero se trata de una experiencia que sólo repetirá mas tarde cuando funde en París y cuente, de manera indirecta, las vicisitudes de la fundación y sus primeras impresiones de la capital francesa en una carta larga y sustanciosa que probablemente dirige a Diego de Yepes, preocupada por el auge del quietismo que dominaba entre las élites religiosas de la ciudad y hací mella en la Soborna.

De manera tácita, la única expresión de sí mismo que se permitió San Juan de la Cruz, con obra literaria y doctrinal mucho mas dilatada, fue su poesía, que él mismo deja consciente y libremente abierta, "en su anchura", para ser descodificada e interpretada, como justo manifiesta en el Prólogo de Cántico que dirige y dedica a Ana de Jesús.

Si pasamos al plano de la historia escrita en torno al santo y la venerable, partimos de una base particular semejante: las biografías, en realidad hagiografías actuales; pero en muchos casos, únicas fuentes de aproximación a un conocimiento siempre precario y a una interpretación idealizada y cuasi novelesca, que requiere seria revisión. De cualquier modo, biografías modélicas en su género: escritas para expresar y asentar el modelo hagiográfico universalizado por la sociedad sacralizada de la Contrarreforma y del Barroco y en las que, naturalmente, prevalece y se potencia, como valor supremo, la dimensión ejemplar, y en la época fascinante, de la santidad heroica del biografiado.



...2/continúa.