domingo, 7 de noviembre de 2010

PARTE 4
Orígenes verdaderamente opuestos a los de Juan de Yepes, que desde el anecdotario señalado recientemente por Teófanes Egido en el que se hunde su ascendencia familiar y penosa niñez, y en el que no abundo, su historia de niño prodigio de la santidad se inicia bajo el signo y el estigma de la pobreza solemne y de la debilidad física; carencias, al cabo, materiales, que el niñito aureolado por la elección divina contrastará con la posesión de viva inteligencia y rara fortaleza, total austeridad y caridad extrema.

Afortunadamente, la historia de las relaciones de fray Juan y Ana de Jesús comienzan en la época semidocumentada de ambos, aunque se asiente en el modelo hagiográfico más depurado, en el que, con las lógicas y grandes diferencias en el rigor documental y expositivo, se siguen proyectando igualmente sus biografías más modernas, incluso los estudios generales y óptimos de la vida de San Juan de Bruno de Jesús María y Crisógono de Jesús Sacramentado, excelentes ejemplos que siguen, con todo, el modelo de las vidas de los santos.

Se trata de la tónica asimismo dominante en las biografís modernas correspondientes a Ana de Jesús, casi todas ellas obras publicadas en el extranjero en círculos francófonos, especialmente belgas. Así, desde la de Manrique, la única barroca y española, podemos reducirlas a la francesa, muy poco conocida, del abate de Montis, de fines de siglo XVIII, seguida, después de casi un siglo, por la extensísima y bien documentada de Berthold_Ignace de Sainte-Anne, la más completa de cuantas poseemos, precedida, en unos años, de un estudio, en parte biográfico, pero centrado en las etapas y vicisitudes de lucha y defensa por parte de Ana de las Constituciones teresianas.

La famosa Mémoire del primer carmleo de París, cronológicamente convergente en su publicación con las dos anteriores, cierra el siglo XIX. De rica y valiosísima documentación, dedica a la etapa francesa de Ana de Jesús gran parte de sus páginas, aunque no siempre resulte coincidente con la presentación que de ella hace la historiografía belga, partiendo en sus apreciaciones de perspectivas distintas. Con todo, divergencias que, al centrarse preponderantemente en los asuntos de Francias y Flandes, no afectan al tema que tratamos.

Luego ya, en nuestros días, se presenta abiertamente como resumen de los amplios y minuciosos estudios del P. Berthold, la vida de Ana por Louis Van Den Bossche, junto a otras biografías más breves, claramente devocionales y edificantes en el más estricto de los sentidos. Finalmente, y a nivel superior, queda el estudio en parte biográfico de Ildefonso Moriones, Ana de Jesús y la herencia teresiana, punto de referencia obligado en la aproximación actual a la vida y a la obra de la sucesora de Santa Teresa.


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