viernes, 27 de marzo de 2009


ANA LOBERA
1545-1570


Sin duda,sabian sus contemporáneos y conocidos que no era una joven "como las otras" y, su sola presencia en una sala de reunión, bastaba a crear una atmósfera un tanto especial: la frivolidad de una conversación mundana dejaba de ser compatible, desde ese momento, con la gravedad que de ella emanaba. Por lo demás, y a pesar del cuidado que traía en ocultar sus prácticas ascéticas, hacíasele difícil conseguir que se ignorara el género de vida mortificada que llevaba. Sus deudos, y muchos otros por su intermedio, debieron llegar al conocimiento de sus prolongados ayunos, de sus duras penitencias y de sus largas meditaciones en el recóndito apartamiento de un desván.
Dábanse también en ella algunos fenómenos extraordinarios que no podía camuflar. En este período de su vida se mencionan dos arrobamientos de los que una Carmelita dio cuenta en su declaración jurada (Hermana María de la Concepción, marzo de 1635); "Un día, inmediatamente después de comulgar, fue arrebatada en espíritu y transportada ante el tribunal de Dios. Estaba tan absorta que, sin darse cuenta, derramó por tierra la ablución. . Los fieles solían hacer, después de comulgar, una ablución consistente en tomar un poco de vino y agua. ". . . otro día, el Viernes Santo, al ir a la adoración de la Cruz, tuvo un éxtasis del quefueron testigos todos los presentes, entre otros su confesor". :
No parece que hasta ese día hubiera recibido dirección espiritual, ni aun ascética muy precisa y, sobre todo, continua. De tal dirección no se encuentran huellas en parte alguna; y el "confesor", mencionando en la declaración, no parece haber ejercido acción determinante en la conducta de la joven. Hasta se ignora el nombre del citado "confesor". La hipótesis más verosímil sería que Ana Lobera, desde su más tierna infancia, estuvo prevenida de insignes gracias, a veces manifiestamente extraordinarias, que le 'bastiirtífi, hasta los dieciséis años, para responder a ellas con la lógica ;de su razón, madura tempranamente, y con el impgjjso de su voluntad, hecha para la acción heroica. Esto no bastaba, sin embargo, a orientar con eficacia y con el rigor deseado, todo el curso de su vida. Pero, ¿cuál era el camino, ese camino que deseaba sin conocerlo?
Aquí está el nudo de las verdaderas dificultades. Ana jamás pensó en minimizar los dones naturales y sobrenaturales que recibió, ni tampoco las gracias de elección con que fue enriquecida de antemano. Su humildad no toleraba poseerlos simplemente, sin más, habiéndolos recibido gratuitamente. Al no poder responder a esos beneficios de Dios con la generosidad suficiente, nacíale gran confusión. Porque al mismo tiempo discernía, con plenitud de lucidez crítica, la excelencia de los dones sobrenaturales recibidos, y la ridicula insuficiencia de sus respuestas. Integra en su juicio, tanto como en sus determinaciones chocaba, no obstante, con una desproporción, con una especie de incapacidad.. .: la de no poder darse, a su vez, lo bastante incluso dándose toda. Sin saber nada del Carmelo Reformado, apenas sí acababa éste de ver la luz del día, la joven, mucho antes de la famosa carta, ya tenía necesidad de la doctrina de S. Juan de la Cruz.
A esa necesidad respondía, sin embargo, renovando el voto de virginidad perpetua, emitido a la edad de diez años, y también prometiendo entrar, cuanto antes le fuera posible, en la Orden religiosa que creyera más austera y de más perfecta observancia. A estas promesas que hizo, añadió una tercera que indica muy bien lo impulsivo de
su temperamento al mismo tiempo que manifiesta la carencia de dirección espiritual en el lugar que residía. Porque parece bastante difícil que, un director espiritual sensato, permitiera a undjoven de dieciseis años, ligarse con un voto tan estricto, cual era el de: "Ir, en adelante, y para siempre, contra las inclinaciones naturales; en no se dar contento en nada, durante teda su vida, ni aun al beber agua".
Que una joven de dieciseis años, impulsada por el incontenible ardor de su alma, saturada de luz y de amor, haga tal voto, en rigor puede concebirse. Lo que no puede comprenderse tanto es que permaneciera fiel al mismo, de una manera tan estricta, tan al pie de la letra y sin atenuaciones, durante cincuenta años de'vida religiosa. La Hermana Margarita de la Madre de Dios, que más tarde llegaría a ser su íntima confidente, nos ha dejado este testimonio: "Le oí decir a la misma Madre que jamás, a lo largo de su vida, habíase permitido contento en nada ni aun en el beber agua".
"Ir, en todo y siempre, contra las inclinaciones naturales" es, a todas luces, imposible. Porque la naturaleza, por lo común, va mucho más por delante que la conciencia y la razón. Sin embargo, puede suceder, en el acto natural, acompañado siempre de placer o satisfacción, que estas sensaciones, al ser percibidas por la conciencia, sean rehusadas, de inmediato, por una voluntad innegablemente muy disciplinada. ¿No bastaría esto simplemente para considerar su vida transcurrida en un clima inimaginable de heroísmo?
Convendrá añadir que esta disciplina, probablemente bastante externa al comienzo, y cuyos objetivos, en el pensamiento de la joven, podrían ser las satisfacciones usuales de una vida normalmente llevada en el mundo,se aplicaría progresivamente a satisfacciones mucho más sutiles y que sólo una rica vida interior sabe descubrir. Una vez más aparece, en superimpresionismo, la desnuda imagen de la cima del Monte Carmelo de S. Juan de la Cruz y su inexorable "Nada".
Aunque Ana sigue viviendo en el mundo, en el círculo de sus parientes y relacionados ya estaba "separada" y nadie se llamaba a engaño, si bien '6» se ocupara en algunos quehaceres domésticos y, por cortés deferencia, apareciera en las reuniones familiares. Pero, en el pensamiento de todos, estaba apartada, sola, distinta. Esta situación iba a prolongarse todavía unos siete años; pero, es evidente, que esta vida llevada al margen, totalmente orientada a la oración y a la más rigurosa mortificación de los sentidos, conlleva muy serios peligros. Imponíasele a la joven la absoluta necesidad de una dirección espiritual firme y perseverante.
No se sabe, a ciencia cierta, quién la orientó al P. Pedro Rodríguez, de la Compañía de Jesús. Pudiera ser que su hermano, también ingresado en la Compañía, fuera quien la decidiese a tal elección. Sea lo que fuere, es muy probable que el mismo año que Santa Teresa fundaba en Avila el primer convento de su Reforma (1562), se pusiera bajo la dirección espiritual del P. Rodríguez cuya fama era grande en Plasencia: será su confesor y director espiritual durante siete años.
Desde el primer día, al dar cuenta a su director del género de vida que llevaba y del estado de su alma le diría, poco más o menos así: "Tal es el estado de mi alma; un suelo inculto, Cercene, quite y desarraigue... Y como de mi parte no encontrareis la menor resistencia voluntaria, sabed que se aplicaría progresivamente a satisfacciones mucho más sutiles y que sólo una rica vida interior sabe descubrir. Una vez más aparece, en superimpresionismo, la desnuda imagen de la cima del Monte Carmelo de S. Juan de la Cruz y su inexorable "Nada".
Aunque Ana sigue viviendo en el mundo, en el círculo de sus parientes y relacionados ya estaba "separada" y nadie se llamaba a engaño, si bien '6» se ocupara en algunos quehaceres domésticos y, por cortés deferencia, apareciera en las reuniones familiares. Pero, en el pensamiento de todos, estaba apartada, sola, distinta. Esta situación iba a prolongarse todavía unos siete años; pero, es evidente, que esta vida llevada al margen, totalmente orientada a la oración y a la más rigurosa mortificación de los sentidos, conlleva muy serios peligros. Imponíasele a la joven la absoluta necesidad de una dirección espiritual firme y perseverante.
No se sabe, a ciencia cierta, quién la orientó al P. Pedro Rodríguez, de la Compañía de Jesús. Pudiera ser que su hermano, también ingresado en la Compañía, fuera quien la decidiese a tal elección. Sea lo que fuere, es muy probable que el mismo año que Santa Teresa fundaba en Avila el primer convento de su Reforma (1562), se pusiera bajo la dirección espiritual del P. Rodríguez cuya fama era grande en Plasencia: será su confesor y director espiritual durante siete años.
Desde el primer día, al dar cuenta a su director del género de vida que llevaba y del estado de su alma le diría, poco más o menos así: "Tal es el estado de mi alma; un suelo inculto, Cercene, quite y desarraigue... Y como de mi parte no encontrareis la menor resistencia voluntaria, sabed que todos mis defectos os serán imputados y que daréis estrecha cuenta de ellos al Juez Soberano".
Es cosa averiguada y cierta que el P. Rodríguez se esmeró, con mucho celo, durante siete años, "en cercenar, quitar y desarraigar". El clima de esta dirección espiritual se creó por la conjunción de dos rigores: el sistemático del director y el voluntario de la dirigida.

lunes, 9 de marzo de 2009

ANA NIÑA ...



Todos los hechos que contribuyen a poner de relieve la infancia y juventud de Ana Lobera, no hacen más que reafirmar esa "separación" inicial en la que vivió desde
la cuna. Los episodios, más o menos maravillosos, relatados por las crónicas no cambian, en lo más mínimo, la tendencia de toda su vida. Los detalles no añaden nada, porque sólo importa la orientación y ésta, si hay que creer la afirmación, muy clara, de la misma Ana, determinó, "desde su infancia", el sentido de toda su vida y de todas sus acciones:
"Desde mi infancia deseaba... la vida religiosa en la austeridad y en el fervor".

La niña quedo huerfana a los 9 años y fue recogida con su hermano, por la abuela materna y sigue viviendo en Medina del Campo en una atmosfera parecida a la casa de su madre; no puede afirmarse que sus tendencias precoses a la piedad y austeridad fueran contrarestadas. Alli el ambiente tambien era piadoso, como en toda España de su tiempo, de fe ardiente pero al mismo tiempo, sedienta de gloria terrena.

En esa España triunfalista, surgieron almas que eligieron por sí mismas...y entre los que creen poseerlo todo, tanto en la tierra como en el cielo, ya viven almas de hombres y mujeres, que les responderan con San Juan de la Cruz : NADA, NADA, NADA!

Ana Lobera, era ya en su niñez y por deseo, su discipula. Este deseo, esta necesidad fundamental de eleccion drastica y absoluta, será la que la oponga a su medio, que no podia comprenderla..