No fue la madre Ana escritora por vocación, ni por obediencia, en un mundo, el teresiano, familiarizado con la escritura, y en un circulo formado por eminentes escritores -santa Teresa, san Juan, Jerónimo Gracián, Maria de san José-, y al que por derecho propio perteneció. Es ama que cuando le pedían ue escribiese -y lo hizo con más que corrección cuando convino, como hemos visto (a y hemos de ver (lo)- solia responder, saliendo al paso con humor: "Escrita me vea yo en el libro de la vida, que otros escritos no los apetezco" ("l. Y, sin embargo, será justamente ella la que asuma con celo y tesón la tarea de rescatar de la Inquisición, y publicar luego, los escritos de santa Teresa de Jesús (12), tarea que ha de llenar y marcar los años de su priorato en Madrid y con la que, en principio, salvaguarda la herencia espiritual teresiana materializada en !;u escritura, pero empresa que habrá de completar con la no menos importante transmitida en el seno de la vivencia y convivencia conventual, cuando en 1591, se erija, asimismo, en defensora de las Constituciones teresianas primitivas (13), frente a las innov;iciones distorsionadoras introducidas por el nuevo Provincial y primer General descalzo, Nicolás Doria (14).
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